miércoles, 6 de mayo de 2009

...

...persona de poco amor...

...y, sin embargo, tú me quieres, y llevas queriéndome años, y yo me he dejado querer, y también te quiero...

...hasta ahora no me había parado ese instante tan necesario que te deja darte cuenta...darte cuenta de que has amado con el todo esperando las migajas, que eran suficientes...y, sin embargo, mi compañero de viaje me quiere, y yo le quiero a él, y su compañía es necesaria para que el mundo no se complique...

...añoro mis montañas y me añoro a mí misma en ellas, añoro su tacto áspero y las paredes verticales, añoro las cimas y los minutos en ellas viendo el mar de lo que queda por debajo, siempre por debajo, en la escala de lo que enamora...qué puede ser más deseable que esos minutos perdidos mirando al infinito, tocando las nubes, respirando paz, una inmensa paz que sólo sobreviene tras el esfuerzo...añoro la última reunión y lo que viene después casi tanto como añoro el acto amoroso de la conquista...
...miles de veces hemos hablado del placer de las vías largas, no demasiado difíciles, pero gustosas, llenas de alegrías...y, anoche, antes de dormirme, me dibujé en esa ascensión a la que tantas ganas le tengo...la realidad me devuelve a la torpeza y las limitaciones, pero en sueños todo es posible...pasará el verano, y también el otoño, y, como dice Leo (discúlpame por las ausencias), a ver cómo estamos por navidades...

...gracias, compañeros de viaje, por cargar con esa mochila que es mi lentitud, con esa alforja que es mi tendencia a desaparecer...como me dijiste en mitad del viaje, "volverás cuando estés lista y yo no te haga falta", y sí, deseo que quieras gritar con orgullo mi nombre en el andén...

1 comentario:

__ dijo...

Yo te quiero y no me pesa la mochila, y sé que cuando digo estas cosas no me llevan a ninguna parte (y me da igual) y más de uno piensa en la palabra gilipollas, pero es así, sencillo pero ineficaz.

Estoy crecido con los amarillos de Albert Espinosa que me enseñaron que no andaba tan desencaminado.

Sé que sufres, pero alguno lo hacemos contigo y aunque la distancia anestesie el dolor, las entrañas nos crujen, y nos revientan lágrimas.

Muchos besos, Ignacio